Lutero. Martín
     [953](1486‑1546)

 
   
 

 
      

   Monje agustino, promotor de la llama­da reforma protestante. Teólogo desen­gañado de la situación de la corte pontificia. Sus padres, Hans Luther y Marga­rita Ziegler, eran agricultores modes­tos. De pequeño fue educado con rigor. Su voca­ción religiosa fue resultado del miedo en una tormenta. Había nacido en Eisleben, Sajonia, el 10 de Noviembre de 1483.
   Con esfuerzo de su padre inició estu­dios en Magdeburgo y Eisenach antes de iniciar Derecho en Erfurt. Conoció a Erasmo. En 1505, impresionado por un relámpago en una tormenta, prometió hacerse monje e ingresó como agustino de Erfurt. Tenía 22 años y empezó a enseñar filosofía al tiempo que estudiaba teología.
   Hizo la profesión en 1506 y al año fue ordenado sacerdote. En 1509 obtuvo el bachillerato en Teología en Wittenberg y fue dedicado a la docencia en la recién creada Universidad de Wittenberg. Luego enseñó teología en Erfurt.
   En 1510 viajó a Roma comisionado para impedir la unificación de los con­ven­tos agustinos, pues no se avenían los reformados con los no reformados. No consiguió casi nada y quedó escandalizado con al ambiente libertino de la ciudad y el tráfico de indulgencias. La visión de una corte papal mundana le hirió profundamente.
   Al regresar logró el doctorado en Teología en 1512 y siguió impartiendo clases sobre el Antiguo y Nuevo Testamento en la Universidad de Wittenberg. Su fama aumentó entre los estudiantes y estable­ció amistad con Duque elector Federico de Sajonia, que fue en adelante su protector. El fue quien le proporcionó seguridad y medios de congrua subsistencia.
  Sus actitudes teológicas comenzaron a ser de ruptura con la tradición. En 1517 tenía ya perfilado su pensamiento y fijó sus tesis en 1517, logrando muchos seguidores y adeptos.
   El teólogo Johannes Eck se puso en su contra y quiso poner a la opinión pública en su contra. Fueron famosas sus con­troversias en Leipzig. Tachó a Lutero de hereje por su concepto de Iglesia y su tesis de que sólo la fe justifica. Le achacaba su falta de respeto a los sacramentos como caminos de fe.
   Exacerbado, perfiló mejor sus doctrinas, rechazando los sacramentos, salvo los tres de penitencia, bautismo y comunión. Pronto comenzaron sus con­denas del Papado, acusando a la Iglesia roma­na de simonía por vender indulgen­cias para buscar limosnas en Alemania para dedicarlas a los templos romanos, sobre todo San Pedro del Vaticano, y para sufragar su vida cortesana.
   Se enzarzaron en vanas discusiones los dominicos y agus­tinos, muchos de los cuales defendían a su compañero de Orden. Ante las dificultades y acusaciones, Lutero se refugió en Wittenberg, bajo la protección de su amigo Federico de Sajonia.
   Preparó sus 95 proposiciones y el 31 de Octubre de 1517 la clavó en la capilla de Wittenberg: sus ideas contra la autoridad del papa, los votos monásticos, el celibato, el culto a los santos, la transubstanciación, el purgatorio y otros postulados quedaban claras. En el fondo latía su teoría acerca de la justificación por sólo la fe.
   Llegada la noticia a Roma, León X condenó las tesis de Lutero con la bula "Exurge domine". Lutero respondió con violentos sermones y publicaciones ofensivas como "De la maldad de Babilonia", en alusión a Roma.
   El 10 de Diciembre de 1520 quemó públicamente la bula y pronto le llegó la exco­munión. Convocada la Dieta de Worms en 1521 por Carlos V, que inicialmente había hablado de "disputas de frailes” (entre agustinos y dominicos), se intentó suavizar la tensión y se llamó a Lutero el 16 de Abril, para lo que se le facilitó un salvoconducto imperial.
   En la dieta, al no retractarse, fue de­clarado proscrito, ordenando que sus libros fueran quemados y que fuera en­cerrado en la cárcel. Federico de Sajonia le ocultó en su castillo de Wartburg y se declaró su protector. En sus jornadas de refugiado se dedicó a tradu­cir al alemán de la Biblia, a la que declaraba su única regla de fe. Pronto dejó el castillo y se dirigió a la universidad de Wittenberg. Allí se dedicó a la enseñanza de la Biblia y a fortalecer el movimiento reformista de sus seguidores.
   En 1525 la reforma luterana estuvo a punto de fracasar. La guerra entre campesinos y señores estalló, motivada por las ideas predicadas por los reformado­res y las reivindicaciones de igualdad y libertad que prendieron en ellos. En un principio pareció ponerse de parte de los sublevados; pero al ver sus excesos y ante su negativa a someterse a las auto­ri­dades, reclamó que los príncipes los dominaran por las armas, lo cual hicieron con excesiva crueldad y sangre. Los vencidos se sintieron engañados, pero otros reformistas, como Zwinglio, Carlostadio, Münzer y Storch, alentaron el movimiento, comenzando las disensio­nes entre diversos grupos y corrientes.
   Ese año, como ejemplo de su rechazo al celibato, contrajo matrimonio con una monja cisterciense secularizada, Catalina de Bora. Tenía ella veinte años menos que el reformador. De su matrimonio nacieron seis hijos.
   Los años le fueron pasando entre sus publicaciones y sus predicaciones. En 1532 se firmó entre los príncipes el pacto de Nüremberg. Por él se concedía a la nueva religión el ejercicio público de su culto. El emperador Carlos V quiso arre­glar la situación y, después de muchos vaivenes, logró que el Papa León X convocara el Concilio General en la ciudad imperial de Trento, ya que los reformados se negaban a ir a Roma y los católi­cos no veían bien ir a Alemania.
   Lutero respondió con un escrito: "Contra el Papado romano". Incrementó sus predicaciones antipontificias por todo el territorio alemán. Escribió algunas obras como la "Exhortación a la paz", "La "Misa Alemana" y la "Kirchenpostille", entre otras obras. Pero sobre todo editó el "Ca­tecismo alemán", hecho para que sus seguidores tuvieran un resumen de las doctrinas que habrían de predicar.  Precisamente fue el "Catecismo" con los resúmenes que preparó, el que más se divulgó, entre sus seguidores y el verdadero soporte de la reforma protes­tante, al ser claro, concreto, sistemático y contundente.
   Cansado y enfermo, incluso decepcio­nado por las divisiones internas y el sesgo que habían tomado entre los se­guidores sus ideas ("El demonio está entre nosotros, hay tantos credos como cabezas"), pasó los últimos años con frustración y desconcierto.
  En el viaje que hizo a Mansfeld para suavizar las disensiones entre los señores de la ciudad, quedó enfermo y terminado. Falleció de paso en Eisleben, en 1546.
   Su teólogo preferido y redactor de la confesión de Ausgburgo, Felipe Melanch­ton, pronunció en su entierro un brillante elogio fúnebre. Su recuerdo quedó latente en la Reforma evangélica. (Ver Protestantes. Ver Cisma. Ver Trento. Concilio)